Quinto Capítulo
“Doblemente Besada”
Si supieras cómo juegan contigo abrirías
los ojos, pero no quieres.
Estás ciego, y así como la mentira es un
pecado, dicen:
“La culpa no es del chancho, sino del
que le da de comer”
Dejó
a la dama cabellos de fuego adelantarlo, no quería sentir su mirada llena de
odio fija en la nuca, aquello lo estaba volviendo loco. Pero al mismo tiempo
había algo que necesitaba hacer desde momento en que la había visto sobre aquel
pino. Dejó que el patriarca y su hija desaparecieran, con ella tras el
imponente hombre, con el miedo desbordándose por cada uno de sus poros y el
olor a terror impregnado en su piel. Entonces, cuando ambos cuerpos se
desvanecieron colina abajo, Iker se apresuró a volver al pino, sabía que el
imbécil seguiría ahí, y encararlo en aquel momento sería un deleite para su
persona.
Y
como promesa de sus pensamientos, él estaba aún junto al pino, con la cabeza
agacha como el perdedor que era. Se le acercó —la sonrisa no podía desaparecer
del rostro de Iker por más que lo intentaba— quería marcar territorio con esa
mujer y aunque el patriarca le prohibiese tocarla, aquello no significaba que
dejaría a otro hacerlo.
—¿Ya
no es tan gracioso? —le dijo con tono serio.
Él
se volteó con la cara llena de odio, pero sólo logró con ello aumentar la
sonrisa de Iker.
—¿qué
quieres decir? —la voz del engendro era fría, calculadora.
—Que
un ser como tú no se merece siquiera tocarle un pelo a Nara.
Vio
sus ojos abrirse de par en par, el bicho estaba asustado, Iker había
descubierto su secreto, uno que evidentemente jamás había revelado a Nara.
—¡¿Cómo
sabes tú eso?! ¿Eres uno más de ellos?
—No
—respondió aún serio—. Sólo lo sé, el resto no te incumbe.
—No
te acerques a Nara, no sabes lo valiosa que es, no sabes nada de ella, no sabes
cómo cuidarla.
—¿Y
tú, sabes cómo cuidarla? Porque déjame decirte que el comportamiento cercano a
hacia su hija, el patriarca no lo tolera.
—¡A
eso me refiero imbécil! —su grito sonaba angustiado, temeroso— ¡El viejo la
golpeará hasta que la pobre quede inconsciente, y nada de esto habría ocurrido
si no te hubieses entrometido!
Sus
piernas se tensaron, el engendro tenía toda la razón, Nara sería castigada por
el patriarca, y a juzgar por el castigo aplicado a Edith, la pequeña pelirroja
sí quedaría inconsciente.
Se
echó a correr nervioso, ¿cómo había sido tan estúpido de no percatarse de eso?
La había dejado partir con el viejo, la había abandonado a caminar hacia el
infierno y sola. En esos pocos minutos en que la había desamparado el patriarca
podría estar torturándola.
Ese
pensamiento oprimió su pecho, no quería involucrarse en lo extraños sucesos de
esa Sociedad, pero permitirse escuchar los gritos de ruegos de Nara no era una
posibilidad.
*
* *
Su
cuerpo tiritaba de temor, frente a su padre no era más que un cachorrito
aterrorizado, y el incesante y frenético movimiento de su cuerpo la delataba.
Cerró los ojos dos segundos, quería desaparecer de ese lugar, pero cuando volvió
a abrirlos estaba aún frente a la casa, mientras escuchaba la llave de su padre
entrar en la cerradura y la puerta ceder abriéndose de golpe.
Vio
a su hermana aparecer entonces, lista para saludar al patriarca como era
debido. Pero cuando Edith se encontró con los mortificados ojos de Nara, no
pudo más que sorprenderse y asustarse por la evidente mala situación en la que
se encontraban.
—¿Qué
no saludas? —preguntó su padre a Edith, entrando a paso fuerte, empujando a la
muchacha en el camino.
—Padre
—saludó Edith reverenciando, volteándose hasta dónde el patriarca se había
movido— ¿Desea servirse una taza de té?
—No
—la voz del hombre era tosca, cortante, evidentemente aun enfadado por el
comportamiento de Nara.
Su
hermana la miró interrogante, pero Nara no pudo más que bajar la mirada y
pensar en cuánto aborrecía a Iker por llevar a su padre ahí.
Con
Damon habían sido amigos desde niños y siempre se trataban de forma cercana,
pero evitaban hacerlo frente al resto de pueblo, porque conocían a La Sociedad
y cualquier contacto era para ellos un acercamiento impuro, mucho más si se
pensaba en que Damon y Daniel eran los únicos adolescentes hombres en el
pueblo.
—¡Siéntate!
—gritó su padre empujándola al sofá. Nara cerró los ojos, sería ahí cuando los
golpes comenzarían. Pero cuando creyó que el dolor asediaría su rostro de un
palmetazo, nada ocurrió.
El
sonido de piel contra piel la alertó de abrir los ojos, y al instante se
encontró con Edith mirando desafiante al patriarca, mientras el hombre estilaba
odio por la mirada.
—¡No
te entrometas! —gritó su padre mientras Edith apretaba los puños con fuerza y
su cuerpo se mantenía fijo en su lugar, prueba de que la debilidad que le
atribuía a su hermana era falsa.
—¡Prometiste
que no la tocarías! —la voz de su hermana era otra, llena de un vigor y fuerza
que jamás había escuchado de ella.
Los
ojos del patriarca brillaron y Nara supo que el castigo destinado a ella sería
ahora aplicado a su hermana, ser lo había ganado por responderle sin respeto.
Se
levantó nerviosa, no dejaría que su hermana volviese a ser golpeada por aquel
hombre, no cuando ella era quien las había metido en aquel embrollo, no cuando
se sentía responsable de cuidar de Edith.
—Padre…
Su
voz se vio apagada por la mirada furiosa de su padre, quien la congeló con sus
gélidos ojos.
—No
quiero escuchar tu voz —dijo él—. No tocaré a esta zorra—el patriarca la apuntó
con el dedo, aborreciéndola con los ojos, pero dirigiéndose a Edith—. Pero
Damon pagará la osadía de tocar a una de mis hijas.
Los
ojos de Nara se abrieron de par en par, mientras los pasos del patriarca lo
dirigían a la puerta, abriéndola de golpe.
—¡No!
—gritó Nara con el miedo desbordándose por su cuerpo— ¡¿Qué harás?! ¡Padre!
El
patriarca no se detuvo ante lo ruegos de Nara, caminando hacia el exterior de
la casa, y dando zancadas hasta la verja.
—¡Padre!
—volvió a gritar Nara desesperada.
El
patriarca se volteó a verla, al momento que abría la reja con sus llaves y sus
labios se despegaban para decir.
—Tendrá
su merecido Nara —lágrimas escaparon de los ojos de Nara—. Sabes que quien toca
a una mujer antes del matrimonio sólo merece la muerte.
Sus
piernas apresuraron los pasos hasta el exterior, mientras Edith la seguía con
los brazos abiertos tratando de alcanzarla. Su llanto desesperado no se frenó
en el momento en que su hermana la tomó por la cintura, sino que acrecentó su
dolor y angustia, mientras por su boca vociferaba ruegos hacia su padre.
—¡Nara!
—la llamó Edith, mientras Nara forcejeaba por soltarse— ¡Nara detente! Sabes
que si intentas protegerlo te matarán a ti también.
Pero
Nara no se detendría, tenía que salvar a Damon de la garras de su padre, ayudar
a su amigo a escapar de La Sociedad antes de que esta aplastara su vitalidad
con fuerza.
—¡Iker,
ayúdame! —escuchó a Edith decir mientras su ojos se trasladaban hasta Iker,
quien corría hacia ellas y la aferraba a su pecho con fuerza, al tiempo que las
lágrimas se derramaban incesantes por sus ojos.
—¡Suéltame
maldita sea! —le gritó zarandeándose con fuerza— ¡Tú tienes la culpa de esto!
Los
brazos de Iker la alzaron por sobre los hombros de éste, cargándola al interior
de la casa con Edith siguiéndole los pasos. Sintiendo como luego de unos
instantes su cuerpo golpeaba contra el sofá, al tiempo que su hermana se
sentaba junto a ella.
—Tienes
que calmarte Nara, no hay nada que puedas hacer —La voz de su hermana era
suave, como si al hablarle más fuerte Nara fuese a escapar de ahí.
Miró
a Edith, había pensado en escapar en cuanto Iker la soltó, pero viendo los ojos
compungidos de su hermana mayor no pudo más que tomar sus manos y decirle:
—Tengo
que ir Edith, es mi mejor amigo, como podría dejar que lo maten sin más.
Soltó
las manos de Edith levantándose del sofá, pero antes de que lograse avanzar un
paso Iker ya estaba frente a ella con las manos preparadas para detener su
avance.
—¿Crees
que podrás hacer algún cambio tú sola? —preguntó él con una sonrisa arrogante
en el rostro.
—¡No
me menosprecies por ser mujer! —chilló demasiado agudo, desafiando a Iker a
detenerla.
Supo
que su desafío había sido un error cuando los brazos de Iker volvieron a
tomarla de la cintura y a levantarla por sobre su cabeza, dejando sus piernas
colgando, mientras escuchaba los pasos de Edith avanzar hasta la parte trasera de la casa, abriendo la
puerta para ellos.
Nara
trató de soltarse con todas sus fuerzas, zarandeándose de un lado a otro sobre el hombro de Iker, pero la
pujanza de éste era implacable y sus zancadas pronto la llevaron al exterior
del jardín con su hermana antecediendo sus pasos.
Escuchó
la llave girar en la puerta de la habitación, sintiendo dolor en sus brazos
tanto forcejear al agarre de Iker, al tiempo que de sus labios escapaba un
grito desgarrador pidiendo que la soltasen para salvar a Damon, pero nada
cambió.
Entonces
Iker la entró en su habitación, cerrando la puerta tras de sí, lanzándola a la
cama mientras él se sentaba en la otra mirándola a los ojos.
—Deja
de pensar que serás capaz de resolverlo todo —dijo él con suavidad.
—¡Si
no voy yo por él lo matarán!
—¡¿Y
si vas con él qué cambiará?! ¡Sólo terminarás muerta como él! ¡Agravarás las
cosas Nara!
Lo
miró con odio, cómo se atrevía a regañarla cuando era su culpa estar en esa
situación.
—¿Crees
que puedes mandarme como todos los hombres aquí? —le dijo levantándose de golpe
de la cama y acercándose a la puerta desafiante—. Créeme Iker, aunque tenga que
golpear esta puerta una y otra vez, saldré de aquí.
Se
volteó dispuesta aporrear la puerta con todas su fuerzas, pero antes de que
pudiera darle el primer golpe Iker la volteó de la muñeca derecha, tomándole la
izquierda, dejándola frente a frente a sus ojos. Podía sentir la respiración de
él rozando la suya, sus ojos pegados en los propios y aquel exquisito aroma a
menta emanar de su imponente cuerpo.
—Mierda
Nara ¿qué me has hecho? —dijo él susurrándole con calidez al oído— ¿por qué
cada vez que te miro deseo tocarte cabellos de fuego?
Un
suspiró escapó de sus labios, mientras el forcejeo de sus muñeca cesaba
lentamente, y su respiración se volvía descontrolada. Sintió el aliento de Iker
avanzar cálido desde su oreja en un viaje magistral hasta su boca, al tiempo
que un gemido reprimido escapaba lentamente de los atormentados labios de Nara.
—Tu
cuerpo no miente preciosa, sé por tu olor que así como deseo tocarte tú deseas
que te toque.
Un
escalofrío recorrió el cuerpo de Nara cuando la lengua de Iker se posó sobre
sus labios, acariciándolos como delicada seda, emergiendo de él un gruñido
posesivo que la excitó al punto de erizar sus pezones, que rozaron en duro
pecho de Iker, evidenciando su estado.
—Te
lo dije, un solo movimiento y no podré resistirme —la respiración de Iker era
irregular mientras pronunciaba las palabras, frenándose en el momento en que
sus posesivos labios sellaron cualquier sonido que Nara podría haber emitido.
Los
brazos de Iker rodearon su cintura sin soltar sus labios del encarnizado beso,
apretando su cuerpo contra el de él, mientras su lengua invadía la inocente
boca de Nara en un magistral encuentro.
En
ese momento los brazos de Nara no refrenaron sus deseos, enterrando los dedos
entre el cabello de Iker, mientras él introducía su mano a través de la delgada
camiseta que llevaba, avanzando hasta uno de sus pechos, colándose por debajo
del brasier para masajearlo posesivamente con la extensión de sus gruesos
dedos.
Un
nuevo gemido escapó de los labios de Nara, viéndose detenido por la repentina
lejanía de Iker. Atormentada lo miró a los ojos en busca de una explicación,
algo había hecho mal para que él la rechazara de tal modo. Pero en su mirada
sólo vio odio cuando dijo:
—Es
tu amigo, el engendro se acerca.
—¿Damon?
—preguntó volteándose a la puerta que ese momento sonó con suaves golpes—
¿Damon? —repitió esta vez con la voz más alta.
—Sí
—un suspiró salió de su boca cuando escuchó su voz, él estaba bien, contra todo
pronóstico estaba vivo.
Abrió
la puerta tan rápido como pudo, saltando sobre Damon en cuanto lo vio en el
exterior, apretujándolo con sus brazos para sentirlo real.
—Estás
bien —dijo él separándose levemente de su abrazo y mirándola a los ojos,
acercándose a ella tan repentinamente como había aparecido ahí, atrapando sus
labios en un beso lleno de temor.
Nara
forcejeó por soltarse de él, pero fue inútil y poco a poco la respuesta llegó a
su cuerpo sin que lo pensara demasiado. Aquel beso era tierno, cargado de los
miedos de perderla, él mismo que había sentido por él, tan distinto al que Iker
le había dado, completaba por completo sus sentimientos de júbilo por tenerlo
ahí sano y salvo.
3 comentarios:
Hola: Me ha gustado tu estilo! Ahora solo voy a tener que ponerme al día con tu historia. Besitos =)
Hola! Soy Lucille Comolli, compañera de El Club De Las Escritoras.
Te he dejado un premio en mi blog, solo tenes que entrar al link del post que hice en mi blog sobre ellos: http://lucille-comolli.blogspot.com.ar/2012/10/1-premio-del-blog.html. Después podés dejarme un comentario con tu link para ver si seguís el premio.
Besos
Hola guapísima!, me pasaba por aquí para ver que tal estabas, saludarte, y de paso, pedirte el favor de que te hagas eco de esta promoción, si no es mucha molestia (tus compis del club y yo, te estaríamos realmente agradecidas):
http://elclubdelasescritoras.blogspot.com.es/2012/11/pasion-de-navidad-promocion-y-fecha-de.html
Saludos y hasta otra!, muak!
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