Prefacio
“Todo por la oportunidad”
Estar
sobre ese escenario era el comienzo del camino para alcanzar su sueño, el
inicio de su travesía para obtener tan esquiva y mezquina meta. El sonido de
las voces de los cientos de personas ahí presentes la ensordecía, todos estaban
allí para escuchar a quienes vendrían después de ellas, pero telonear[1] a Strippers, el grupo más importante del
momento, no era pequeño. Todos los presentes escucharían su voz, y quizás aquel
momento se transformaría en el que le abriese las puertas a cumplir sus sueños.
Parada
ahí, frente a aquel mar de gente, con tan sólo su guitarra de siempre, aquella
vieja y magullada Jackson, la que le había regalado su madre ya ocho años
atrás, y la presencia de Elsa, Virginia y Sena, sus compañeras de banda y
amigas de toda la vida, se sentía pequeña, pero a la vez imponente.
Y
al música introductoria empezó asonar, mientras su dedos se movían expertos
para crear las bellas notas de aquella música, su música, el rock que sentía
que le corría por la venas y para el cual había nacido.
Joona
respiró con fuerza, botando el aire con tranquilidad, ya se acercaba el momento
y su voz debía liberarse de las cuerdas vocales que la apresaban, surgir de lo
profundo de su alma, desde donde las palabras habían nacido para ser escritas aquella
amada canción:
Veo en tus ojos lo que
me quieres pedir,
dejo
todo atrás.
Las
palabras se arrastraron por su paladar con dulzor, el mismo que había sentido
cuando soñó que esa sería la canción que despertaría en ella un futuro lleno de
letras y tonos. El mismo día en que había entregado su cuerpo a Markus, el
momento posterior al paraíso, el despertar luego del placer infinito…
Entrega todo lo que
tienes para mí,
déjate
llevar.
Y
mientras su suave y seductora voz acariciaba las palabras con deseo, su cuerpo
se excitaba tan sólo de recordar el momento que las manos de Markus habían
estado sobre su cuerpo, entremezclándose con el vívido placer que provocaba en
ella el fulgor de los espectadores, que a pesar de estar ahí por el plato de
fondo, disfrutaban la entrada como lo que era, un regalo de Joona para todos
ellos, la expansión de sus sentimientos en palabras.
Tus labios me tocan al
gemir,
no puedo alejarme ya de
ti.
Te siento y no puedo
respirar,
estás dentro de mí,
soy
libre de amar.
Cuando la música al fin se detuvo, y su cuerpo
soltó la adrenalina acumulada mientras interpretaba las letras que de su mente
habían surgido, sintió su camiseta mojada por el sudor, su pelo aleonado por el
fulgor y su respirar intranquilo. Se había terminado, su momento, el que le
habían regalado las chicas de Strippers, había llegado a su fin, y las cinco
canciones que había seleccionado se esfumaron del escenario dando paso a un
rock mucho más pesado que el que ella hacía.
Pero
con el fin de aquel momento llegaba otro, y aunque su cuerpo aun tiritaba por
la emoción de estar sobre un escenario tan grande, en parte el incesante
movimiento de este también lo producía el temor que la asediaba, el miedo a
escuchar una negativa salir de la mujer de traje burdeos y lentes de sol, quien
hablaba con un hombre alto y rapado.
La
mujer en cuestión, Daniela, era la enviada de la disquera a la que habían mandado
su demo, quién les había buscado aquella oportunidad con las chicas de
Strippers, una que en parte también era una prueba que Daniela impuso
implícitamente.
—Deja
ya de mirar a la mujer Joo —la voz de Sena la hizo sacar sus ojos de la
conversación que a metros se estaba dando.
Su
amiga de grandes ojos azules, piel blanca y cabellera rubia teñida en las
puntas de un suave rosa y unos labios gruesos tintados de rojo, la miraba
expectante. La comprendía, Sena veía el nerviosismo de Joona como un peligro.
Se
volteó entonces, dejando a la mujer conversar con el calvo en “privado”, viendo
entonces hacia Virginia y Elsa. Ambas chicas morenas, altas, llenas de curvas y
ojos color miel intensos; gemelas idénticas, cuya única diferencia la había
hecho Joona con una tijeras, cortando el pelo de Elsa hasta poco más abajo de
la orejas, como la chica lo quería.
Su
aspecto jamás haría dudar a una disquera, eran guapas, y aceptémoslo, la fama es
esquiva, pero más aún si no tienes la belleza que requiere, algo repudiable
para Joona, pero real y tangible en las ropas que las habían obligado a usar.
Joona
se miró al espejo, en su persona también estaba esa belleza juvenil y grácil,
largo cabello negro hasta la cintura, liso como una cascada de agua, hermosos
ojos miel casi dorados, la más alta de todo el grupo con su metro setenta y
dos, y las curvas en cada lugar en que una mujer las apreciaría.
Sí,
por aspecto no las rechazarían.
Y
el silencio se hizo en el grupo, sólo interrumpido por los tacones de Daniela
resonando en el piso cerámico del lugar. Ya estaba la respuesta…
—Lo
han hecho muy bien chicas… —su cuerpo se contrajo ¿el poco entusiasmo en las
palabras de la mujer era un no?— Tengo muchísimo sueño, no he dormido estos
días. Así son los primeros días de un embarazo —“Habla ya” pensó—. Pero con como lo han hecho hoy no debieron
siquiera preocuparse por recibir un no por respuesta, el lógico, no podríamos
rechazar la promesa que son ustedes.
“¿Eso es un sí?”
—¿Eso
es un sí? —sus pensamientos fueron robados por Sena.
—Eso es un sí, chicas. Prepárense, porque en
tres semanas partimos a México.
—¡A
México! —el grito al unísono reveló cuan unidas estaban como grupo, sacando una
sonrisa a Daniela.
[1] Telonero adj. y s. [Artista u orador]
que, en un espectáculo, concierto, mitin o conferencia actúa en primer lugar o
entre actuación y actuación, como menos importante.
Les cuento que he decidido ir dejando capítulo de Idolatría semana por medio, y la semana que no dejaré de Rock Sweet. Espero que les gustase el prefacio.
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